-César Canela-
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Menón, define la virtud como algo
distinto para todas las personas, cuando dice que hay una para el hombre (ser capaz de administrar los asuntos de la
cuidad con lo que poder beneficiar a los amigos y dañar a los enemigos,
procurando tratar de evitar el sufrimiento), otra para la mujer (administrar bien su casa para mantenerla en
buen estado), una para los niños y otra para los ancianos, una para los
libres y otra para los esclavos; y también plantea que la virtud consiste, como dice el poeta, en amar las cosas bellas y ser poderoso,
situándola así en la búsqueda de las cosas materiales. A lo que Sócrates le
responde que si junto a estas cosas no están la justicia, la templanza, la
santidad o cualquier otra parte de la virtud, sin lo cual aunque procede del
bien no será una virtud. La virtud es lo que va acompañado de justicia y lo que
no, es la maldad. Según
este sabio, todas las virtudes tienen una misma esencia y son las mismas para
todas las personas, tanto para los hombres como para las mujeres, para los
ancianos y los niños.
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Sócrates, hace mucho uso de la mayéutica para
llegar a la naturaleza de la verdad y así poder dar una respuesta exacta. Con
el diálogo, que sostiene con el esclavo Menón; Sócrates muestra que se recuerda
más de lo que se aprende y se extrae la ciencia desde el interior (el alma)
adquirida con anterioridad.
En conclusión,
la virtud no es natural a los hombres y no puede aprenderse, sino que
llega por influencia divina a aquellos en quienes se encuentra, sin necesidad
de inteligencia, por su parte, es decir, que se adquiere por el recuerdo. Aquí
es donde Sócrates plantea la teoría de la reminiscencia. Sócrates concluye el
diálogo con la idea de que no podemos saber cómo es la virtud sin antes
conocerla, o sea que la adquiramos en sí misma.
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