viernes, 11 de agosto de 2017

El hombre y la mujer son historia

-César Canela, Mag.-


"No hay más que una historia: 
la historia del hombre. 
Todas las historias nacionales 
no son más que capítulos 
de la mayor."
 -Rabindranath Tagore


Muchos de nosotros nos hemos preguntado, ¿qué es la historia? También muchos han dicho una y otra vez: “la historia es una tontería”, “eso no sirve para nada”, “lo importante son las ´ciencias´”. Lo importante -según ellos- es el número de las matemáticas o los fenómenos de la física, entre otros. Con frecuencia, escuchamos a intelectualoides definir a la historia como algo innecesario en el desarrollo de la vida de las personas, hasta el punto de proponer su desaparición del escenario educativo y social. Según la Real Academia de la Lengua Española el término “historia” tiene varios significados, nos permitimos presentar sólo dos de ellos: a) Historia es el “conjunto de los acontecimientos ocurridos a alguien a lo largo de su vida o en un período de ella”; y b) también historia es “disciplina que estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados”.

Partiendo de las definiciones anteriormente mencionadas, la historia está estrechamente relacionada a la vida del hombre. Pitágoras, gran filósofo griego, haciendo un análisis de los orígenes del universo -incluyendo al ser humano- afirmó que “todo lo que existe -incluido el ser humano- está constituído por el número”. Sin embargo, nosotros afirmamos que el ser humano  es más que simples mediciones físico-matemáticas a las que nos quieren reducir a través del tiempo. La persona es historia, la persona se va haciendo en el tiempo con la historia y en la historia. La historia es lo único que le da sentido a la vida, porque -la historia- es el proceso en el tiempo que le va ayudando, a la persona, a comprender su configuración vital-existencial. Basta de poner una exagerada atención a las cosas inertes, como los números -los cuales, solo existen en la mente-, lo más importante es la vida del ser humano, su valor, su horizonte. La historia le ayuda al hombre a conocer el objetivo de su vida, a entender los procesos que han ocurrido en el tiempo y darle un sentido en sí mismo.

Los hombres de ciencia del siglo XXI están más empeñados en conocer si existe vida inteligente en otro planeta, en conocer la distancia numérica de una estrella a otra, de una galaxia otra. Sin embargo, la persona de hoy está vacía de historia, está vacía de filosofía, sólo mira las cosas en sentido utilitario. Se pregunta para qué sirve la historia y él mismo se responde que no sirve para nada. Efectivamente, cuando dice que la historia no sirve para nada está en lo correcto porque la historia -la razón histórica- no es un objeto con el cual se puede realizar tarea de terminada; la historia es la vida misma, la constitución de la persona individual y colectiva a lo largo del tiempo.

En esta apología de la razón histórica frente a la razón físico-matemática no se está afirmando que sea absolutamente negativo lo que la ciencia plantea a través de los descubrimientos científicos, en el campo número y observable; al contrario, son una riqueza importante para conocimiento de las cosas. Lo que se quiere es colocar a la historia en su justo lugar -en el primero-. Las razones físico-matemáticas, las biológicas, las paleontológicas, etcétera; deben ponerse por debajo de la vida del hombre, deben estar al servicio de la vida del hombre. El hombre debe ocuparse en primer momento por encontrarle significado a sus actos, a sus proyectos, al proceso de desarrollo que ha ocurrido en el tiempo, luego debe empeñarse por la fundamentación de las cosas. ¿De qué le sirve a la persona conocer la constitución entera del universo si no conoce el proceso y el sentido de su vida?

Henri Bergson dijo una vez: “para un ser consciente, el existir consiste en cambiar, en madurar, en crearse indefinidamente a sí mismo”, es decir, aquella cosa que le dota al hombre de capacidad para cambiar de manera concreta es ser consciente de la historia que le ha dado sentido a su vida, una historia circunstancial, estrechamente unida a la vida del ser humano y a la sociedad. La persona que no es consciente de su entidad histórica no puede crearse a sí misma, no puede hacerse a sí misma sino que es esclava de la irracionalidad que la gobierna.

La historia -la razón histórica- está por encima de la razón físico-matemática. La historia queda opuesta de algún modo a la física -ciencia del movimiento- y a las matemáticas. Dijo el filósofo español Ortega y Gasset: “La razón histórica (…). Al oponerla a la razón físico-matemática no se trata de conceder permisos de irracionalismo. Al contrario, la razón histórica es aún más racional que la física, más rigurosa, más exigente que esta” (Obras completas de Ortega y Gasset).

Hay que tener presente que la desaparición del estudio de la historia es la desaparición del sentido de la vida del ser humano. La eliminación de la historia de la reflexión personal y de los círculos educativos es un error que se pagará con el sufrimiento; un sufrimiento producido por la ignorancia de las personas que viven sin horizonte. No debe haber un solo hombre o mujer que ignore la historia y su razón. No existe hombre feliz ajeno a la vida porque la vida es historia. El hombre y la mujer son historia y negarla ella es una decisión -contradictoria a la vida- que cae en lo absurdo de la existencia.

Una vez se dijo Marcelino Menéndez Pelayo que el “pueblo que no sabe su historia es pueblo condenado a irrevocable muerte…”, la persona que no conoce su historia, tampoco conoce su vida y quien ignora su vida está muerto aunque respire. También una vez dijo el eminente Ortega y Gasset: “la vida solo encuentra su sentido desde la razón histórica”.

En definitiva, la historia es la vida misma. El hombre y la mujer son historia porque de ella es de donde parte el sentido y la existencia de sus vidas. Por encima de otras razones estar la historia para que el ser humano pueda, a partir del análisis filosófico, realizar a plenitud su proyecto vital.

Un fuerte abrazo, hasta la próxima.